“¡Enhorabuena por tu embarazo! ¿Sabes ya si será niño o niña?”. Prácticamente desde nuestra concepción y antes de nacer, existe una necesidad por clasificarnos en la categoría hombre o mujer.

Primero de todo ¿Qué es el sexo y que es el género?

Para poder entender a qué nos referimos cuando hablamos de esta clasificación, vamos a explicar y discriminar los conceptos de sexo y género:

  • Cuando usamos la palabra sexo, atendemos a las características físicas-biológicas que diferencian a los individuos a nivel sexual, incluyendo los órganos, hormonas y cromosomas; de esta manera entendemos que existen machos (caracterizados por tener cromosomas XY y órganos sexuales y reproductivos masculinos) y hembras (caracterizadas por tener cromosomas XX y órganos sexuales y reproductivos femeninos), entre otros (intersexualidad, cromosomas XXY, cromosomas XYY…).
  • Por su parte, cuando hablamos de género, un término más complejo, aludimos a todas las construcciones culturales (creencias, actitudes, roles de género, cogniciones, acciones, relaciones, oportunidades…) vinculadas o asociadas a cada sexo; así, podemos diferenciar entre hombres y mujeres, entre otros(género binario, género fluido…).

Podemos concluir que se espera que las personas que biológicamente nazcan con el sexo masculino se construirán como hombres y las que nazcan con el sexo femenino, como mujeres.

¿Cómo nos influye esta distinción entre género y sexo?

La categorización de la que hablábamos al principio (que, ¿quién determinó que estas categorías solo podían ser blanco o negro y no un sinfín de grises?), determinará, también, cómo se construirá nuestro ambiente y la educación que recibiremos. Esto tendrá una influencia directa en cómo nos percibimos en cuanto a creencias, identidad personal, identidad social, roles, etc., y, en definitiva, qué es lo propio de las mujeres y los hombres según su sexo de nacimiento (es decir, los roles de género). Es obvio que a las mujeres se nos educa de una manera distinta que a los hombres y se nos ofrece una información diferente sobre lo que debemos o no hacer, sobre lo que nos debe o no gustar y sobre cómo debemos ser.

Sin embargo, si tenemos en cuenta que hay factores biológicos que se manifiestan de manera diferente en la salud de hombres y mujeres (genéticos, hereditarios, fisiológicos, etc.) y resultaría ilógico abordarlo de igual manera en ambos casos, ¿por qué no ocurre lo mismo con el género?

Tal y como dice la OMS:para conseguir los más altos niveles de salud, las políticas sanitarias deben reconocer que las mujeres y los hombres, debido (a sus diferencias biológicas y) a sus roles de género, tienen diferentes necesidades, obstáculos y oportunidades”.

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¿Qué es el enfoque o la perspectiva de género?

La prespectiva de género estudia cómo se representa el género en nuestra sociedad y, por tanto, cómo afecta al comportamiento y a la percepción de la realidad de las personas.

Su uso en el proceso de terapia pasa por tener en cuenta estas condiciones diferenciales y por conocer cómo los distintos factores socioculturales repercuten en nuestros procesos de salud mental(también física y social), como expectativas, gestión emocional, identidad, etc. Muchas de las demandas de nuestras pacientes abordan la doble jornada laboral, el ideal corporal o situaciones de subordinación,mientras que ellos sienten altos niveles de exigencia y competitividad o se sienten en la obligación de mantener un ideal de persona exitosa; en ambos casos, fuentes de altos niveles de malestar psicológico.

No obstante, no solo en estos géneros más socialmente reconocidos vemos consecuencias a nivel psicológico. También en el género no binario, género fluido o personas trans, entre otros, se muestran secuelas psicológicas derivadas de procesos de exclusión a los que se ven expuestos en la diferentes ámbitos (familiar, laboral, social…) y es necesario abordarlas en un espacio seguro.

¿Cuáles son las ventajas de la perspectiva de género en terapia?

Algunas de las ventajas de usar la perspectiva de género en terapia pasan por adaptarnos a los problemas de salud mental más frecuentes en cada género (por ejemplo, consumo de sustancias en hombres y depresión en mujeres), establecer relaciones simétricas en terapia de pareja (equidad en el reparto de tareas domésticas y carga laboral, crianza de los hijos…) o trabajar autoestima (ajustando expectativas y detectando creencias irracionales disfuncionales sobre los que se supone que debemos ser), entre otras.

La importancia de integrar este enfoque radica en proporcionar un entorno seguro en terapia que nos aleje de la (sobre)medicalización de las mujeres y el silencio psicológico de los hombres, y dando espacio a ciertas cosas que se invisibilizan o normalizan.

¿Te has preguntado alguna vez si tu proceso terapéutico tiene en cuenta esta perspectiva?